El presidente Macri y sus funcionarios  consideraron un “éxito” el paso del G20 por la Argentina. En la primera fila de funcionarios que esperaban la conferencia final del primer mandatario, se hablaba de una bocanada de “aire fresco”, tan necesaria en un momento complicado para la administración de Cambiemos.

A la alegoría del “aire fresco”, sin embargo, le faltan algunas precisiones. ¿El aire fresco de los vientos internacionales tiene el mismo oxígeno que el Gobierno necesita en el pulmotor de la economía argentina? Según su lectura, sí, porque el apoyo internacional es equivalente a más inversiones. Pero nadie ignora que las lluvias declamadas en 2015 se convirtieron en llovizna en 2016 y en 2018 en la peor sequía de los últimos 50 años, como le gusta decir al Gobierno.

  El paso del G20 por la Argentina coincide con el cumplimiento del tercer año de mandato de Macri en la presidencia. Esto ya se dijo mucho, pero ¿alguien se imaginaba que seis meses después de las elecciones de medio término con resultados positivos para el mandatario se iba a necesitar acudir al FMI para poder llegar a 2019? Pero esa es discusión pasada.

Hace unos días, antes de terminar noviembre, una nota en diario BAE calculaba que Macri cerraría su mandato en 2019 con una economía 3,9% más chica de la que la encontró en 2015 cuando asumió. Y que, per cápita (una medida más representativa de la distribución económica) el desplome es equivalente a 8,7% del PBI. En un solo mandato de Gobierno. Ahí viene la argumentación de que lo que había antes era una fiesta que ahora hay que pagar en formato de seguro de las empresas energéticas y petroleras porque, “pobres”, pierden con la devaluación.

El dólar subió 295% desde la salida del cepo. El tipo de cambio pasó de 9,8 pesos el 16 de diciembre de 2015 a 38,66 al cierre del jueves 6 de diciembre. La inflación acumulada, si tomamos como referencia los números del Indec porteño, cerraría los primeros tres años de mandato en una disparada de 158% aproximadamente (pero solo si este año se cumple con una proyección de aumento de los precios del 45%). El poder adquisitivo, según el Instituto Estadístico de los Trabajadores, es 18% menor (en términos reales, es decir, teniendo en cuenta la inflación) que el de 2015.

Estos indicadores se acompañan con la caída generalizada del consumo (las últimas cifras de ventas de autos 0 KM y motos, por ejemplo, son sombrías). Pero los números más preocupantes, más allá de que no poder poner la misma cantidad de cosas en el changuito es grave, son los despidos.

Los últimos datos disponibles (los de septiembre) indican que hay 200.000 puestos de trabajo por encima de 2015, aunque: 145.000 son nuevos monotributistas (no hablemos de la calidad de esos “trabajos”);  60.000 son nuevos trabajadores del sector público (en donde se cuentan docentes, personal de las fuerzas de seguridad y de la salud en todos los niveles de gobierno, es decir, en todo el país); y en el sector privado se destruyeron 31.000 empleos (es decir que no solo no se creó empleo privado de calidad sino que estamos por debajo de 2015). Únicamente para absorber el crecimiento poblacional, la economía argentina necesita crear 180.000 empleos al año según cálculos de la Secretaría de Trabajo. Es decir que, en tres años, la economía necesita crear 540.000 empleos.

Frente a este panorama económico, la administración nacional decidió darle una nueva vuelta de rosca a la salida disciplinaria, que por un lado aferra al núcleo duro de su electorado y por otro es un terreno en el que se siente más cómodo de cara a la carrera presidencial del próximo año (aun cuando la mayoría de las encuestas muestran que la principal preocupación social hoy tiene que ver con cuestiones económicas). Ahora quieren que las Fuerzas de Seguridad puedan usar armas de fuego cuando consideren necesario, sin tener que dar voz de alto y sin importar si hay o no una amenaza real. Ya no se trata de habilitar a matar, sino que también le otorga una coartada a la Policía.

La pregunta inevitable es si con más represión y asfixia económica los vientos frescos alcanzan. Así las cosas, la economía no va a ser lo único que va a necesitar un pulmotor. Y diciembre de 2019 queda muy lejos en este panorama.